No eres humano


Caminaba por la vida como buscando algo quizá el todo o la nada, siempre observando atentando contra falsos ideales, pensando, inevitablemente siempre pensando. Del cielo prominente de día y de noche las preguntas surgían, nadaban entre confusión e incertidumbre, de la vida y la muerte.
Sin armas ni genialidades, sin rostro perfecto ni cuerpo minuciosamente esculpido; de la piel pálida, un tanto molesta, las venas se asomaban mostrando sus colores del verde al azul, morado. Tratando de creer y siempre descubrir, amando sin razones obvias para otros, sin permisos ni límites, soñando eternamente para poder respirar, despertar, caminar para conseguir simplemente vivir.
Para todos anormal, diferente, maravilla singular y única, digna admiración por un conjunto de huesos repartidos uniformemente y un pedazo de piel que cubre músculos, sangre, carne; de la mirada mil analogías ofrecidas, poemas, canciones, del amor las promesas más grandes y las caricias perfectas.
No eres humano, pensaban, y continuaba su rumbo sin importar nada, dando siempre dando sin esperar nada a cambio, ofreciendo; en un segundo toda una vida, la amistad otorgada, la traición, el dolor de la inocencia y la lastimosa cara del amor acurrucado y solitario.
Varado un cuerpo sin ganas, sin hambre y sin sueño, un cuerpo que siente, sufre, llora y muere y me doy cuenta, yo me doy cuenta que me han mentido y se han mentido, por que no hay tal cosa extraordinaria, por que mi carne se desgasta y mis rodillas se doblan por que están cansadas mis piernas de cargar todo este saco roto.
Aquí les digo, soy humana, por que de noche tengo frío y nada me calienta, por que me arden los ojos y los tiendo en la mañana para que se ventilen un rato. Me duelen los dedos, por que han palpado el amor descartado porque han escrito versos moribundos y reflexiones sin sentido, han escrito cartas llorando que se queman en el suelo para que jamás sean leídas.
Con esto que soy y tengo, con mis ganas de volar y caer lento, de mis ansias de desaparecer y perecer; porque la vida es un instante y en este instante no vivo sino que muero y muero dolorosamente como escarabajo en las manos de un niño curioso en donde se mata lentamente un alfiler y otro, y se abre el pecho y sale mi corazón o restos de él.
Caigo cada día y me levanto para no ser arrastrada por el viento, por la inercia de la otredad o para no ser aplastada por aquellos que ignoran mi humana condición. Humana tan humana que me duele respirar y olfatear, me arde y me quema vivir. Porque me parezco a ti y a él, por que me parezco a ustedes.
Recojo mis tristezas para esconderlas un rato, para poder abrazar las tristezas ajenas, para poder entender los gritos desesperados y entonces decido beberme el dolor en dosis pequeñas cada mañana y por la noche, cuando todos están apunto de despertar o han decidido ir a dormir, entonces exploto.
Los sentimientos salen volando por todos lados, como partículas de polvo esperando ser reconocidas mágicamente por un gigante aspirador, y sale mi timidez a meterse debajo del colchón y el amor se tapa los ojos y mete la cabeza entre las piernas, mis deseos saltan por toda la habitación buscando que los encuentre la saciedad; es un festín de sentimientos.
Vacía, sin todos esos artilugios sigo siendo humano y después por la boca sale mi corazón herido, atropellado por arrojarse sin voltear a los lados, por pasarse la luz roja pensando que era un buen color para pintar paredes y rostros.
Los pulmones se encojen, se desinflan por que se agotan cada día más y ya no hay besos que oxigenen, se me caen las orejas y se tumban para no escucharme más por que mientras mis órganos huyen mis lagrimas se tiran al piso como pidiendo perdón por saltar desde mis ojos hasta los pies que no tengo.
Todas las noches el ritual de mis sentimientos y mis órganos y mi cuerpo, amanece y todos corren para parecer intactos, únicos, insufribles… sonríe el amor como si nada pasará, mi timidez se acomoda para no parecer incomoda, mis deseos se pavonean de un lado a otro y siempre erguida y de pie la paciencia que sostiene mi calma.
El sol sale y mis lágrimas se meten, maquillo un rostro y también un corazón y cuelgo mis brazos de tal forma que no se vean tan vacíos y cuando desespero, cuando alguna traviesa lágrima salta sin aviso, todo se colapsa, todos comienzan a lanzarse, asesinarse porque el espacio es pequeño y el tiempo tan eterno.
Pero al fin de cuentas, siempre hay alguien que jura que no he de ser humano, por que un rostro les sugiere lo contrario, porque unas palabras los invitan a sonreír a sentir o provocar. Y yo les digo que después de todo soy un humano; un montón de vísceras y huesos que murieron hace tiempo y juegan cada noche a ser libres para volver a sepultarse detrás de este cajón de carne y esta sonrisa falsa en la que me he convertido.
Disculparán entonces contradecirlos al decirles soy humano, vivo y muero como cualquiera y sangro y muero, muero, muero…





Viviana Nevárez

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