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Mostrando entradas de marzo, 2012

• Creo •

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Creo en tus cejas,  marco de tu rostro imperfecto. En la arruga prematura de tu entrecejo; cómplice y testigo de todos tus enojos. Creo en tus ojos, que son simples ojos y no piedras; ojos  que a veces se nublan. Que no saben, que no conocen de lágrimas. Creo en tu nariz, en tu sentido del olfato, fino, diestro para encontrar mi cuello; moléculas airosas de mi perfume cítrico. En tus manos creo, armas mortales listas para atacar. Tibias para tocarme los senos, para viajar en mis piernas; inquietas. Creo en tus caderas, en el ritmo impaciente que predican. Camino inseguro para mis prejuicios; tus caderas, culpables por mis desdenes. En tus labios creo, que no saben a fruta ni a dulce, que son labios, carne y lengua; de licor y algún cigarro. Creo en tu sexo, en las sábanas sobre tu cuerpo, en los lunares que escondes; víctimas de mis desvelos. Y creo en tus besos,  todos y cada uno d

• De nostalgias•

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Hay noches en que uno extraña y llegan los recuerdos mas bellos, el beso de buenas noches; la cama después de nuestra guerra. Hay tiempo que sobra,  y falta de ganas para sonreír. Uno se tira al piso a llorar. Se llora el deseo y las ganas de estar. Qué ganas de mentarle la madre a la vida, a la muerte también, al amor que te tuve y te tengo. Golpearte en la cara, robarte un beso. Quisiera dejar de contar los días y todas las horas desde que no estas, amarrar los segundos, los años; dejar de hablar de daños. No sentir. Recuerdo los días en que algo pasó: tu cumpleaños, el aniversario, una primera vez, aquel beso espontáneo. Un viaje, una canción, la despedida; tu adiós. Recuerdo las tardes de lecturas y caminatas. Aquellas lunas comiendo chocolates en casa, buscándonos bajo la sábana. Hay noches en que todo me falta. Debo dejar de pensarte. Debo… pagar cada una de mis condenas, desdibujarme la triste

• Los solitarios •

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Los solitarios se buscan de noche no dicen que están tristes, lloran; como si el llanto los hiciera inmunes a la vida, testigo de mil diablos. Se encuentran bajo el engaño con la furia que deja el alcohol. Los solitarios se tropiezan, brutos, para regalarse besos mustios. Son amargos los días, y las horas, cuando se esconde la luna, todos regresan. Callados, extraños; devorando de un bocado los indicios. Se quedan dormidos al llegar a casa. Vacíos y casi muertos. Los solitarios, no aman, estafan. Se roban en un beso el aliento. La mitad de una vida, esperan, para dejar un tiempo al tiempo olvidar que fueron solitarios; nunca más ni menos. ¡Solos, solos! Los solitarios se acompañan cuando el hastío los alcanza.  Se beben los deseos y sueños después, y siempre; huyen. Los solitarios mueren.  Y jamás nadie se entera. Ninguno les recuerda, nada. Nada les extraña. Viviana Nevárez