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Mostrando entradas de agosto, 2012

• No estaba muerta •

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Cuando creí que estaba muerta en vida, me mentía. No hay tal cosa, no es muerto el que respira, se le llama abandono al sentimiento de ausencia. Uno abandona las ganas de despertar se deja el cabello desprolijo  y sucio, con los ojos a punto de secarse. Uno abandona; el amor, por amor, para nada. Se arrastran los pies como si nos pesaran cuando el peso más grande está en los recuerdos, en las fotografías, en las canciones; a uno le da por olvidarse.   Te olvidas del  día por días, de ti, de los otros, enraizados en pasado. Verdugo, verdugo es el creerse muerto cuando estás vivo, vivo… ¡Vivo! Y te duele la punta del dedo gordo las manos, las piernas por huir del tiempo, te arde el pecho; te sobra el alcohol. Y queda espacio siempre en tus brazos. A mi nadie me dijo que no había muerto y me senté a esperar el sepelio, las lloronas de media tarde; mi propio lamento. ¡Que sí me voy, que si me quedo! Mie

• Con M de tu nombre •

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Me siento a esperar tu llegada, pretendiendo que toques la puerta  (y mis senos) con ambas manos tomes mi corazón de golpe. Carne cruda, palpitante. Al viento no quiero gritar nada a mi no importa que otros escuchen, que hablen de ti, de mi, de todos. Yo quiero sollozar en tu pecho está noche. Me pido a diario un minuto para no amarte de pronto como en el cine, como en los libros; como en cualquier poema decente. En las calles me escondo de los amantes de los abrazos que se regalan en el parque, con el deseo de encontrarte; a veces poseerte como mero objeto; deleitarme. En una frase te amo, y te olvido a la otra, como un capricho; con la manía de hacerme ausente, invisible a las promesas, al amor y al hombre. Querer… querer hilvanarme a tu piel, a tus lunares. Espero paciente que el sol se oculte porque soy amante de las estrellas, del cliché de cobijarnos juntos  y hacer el amor o empezar una guerra. A

• En la guarida del silencio •

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En la guarida del silencio tus ojos son lámparas, de tu respiración mi aliento; con todos tus besos el universo. Con las palabras de ayer una fuerte cuerda para tirar cuando haga falta para amarrar ahí mi cabeza. Mover la silla que me sostiene cerrar todos los ojos que observan, siempre ansiosos, morbosos; ¡qué salte, qué salte! Sobre tu cama descanso para ocultar mis heridas, todo cuanto he vivido nada que te haya contado ¿Para qué me pides una historia? yo tengo recuerdos, trozos, de mis amantes inciertos; los cobardes, los hambrientos. Los enamorados de mí, de ellos, hoy de tus brazos, tormentas barreras para jamás tocarte (ni con el pensamiento). En una cueva, después del infierno, coquetearte eternamente. Alimentarnos del desvelo, amarnos por tres meses… Pues comentan que el amor, es simple y pasajero. Los olvidados lo dicen, los desconsolados lo lloran. En la guarida del silencio fing