La niña
De sus manos pequeñas caían las muñecas que le daban para entretenerla un rato, ingenua y ajena a todo lo que nos rodea; decía su madre mientras le sacudía la cabeza con los cinco dedos y le daba una palmada indicándole el lugar que debía ocupar. La niña, callada pero ávida por se lo que nadie es, cansada de no entender y ser parte sin comprender; asombrada por lanzar sonrisas en cada rincón y llorar para obtener uno que otro capricho o algún beso a media tarde. De su familia tomaba la calidez y danzaba al compás de los gritos desesperados de un mundo que no le dejaban ver. A fin de cuentas sólo niña. Aquél día, un día de esos en que te reconoces y pareces ajeno a ti mismo, donde después de un tiempo, unos años; te miras y te sientes un poco más sabio, crítico, cabal, pero menos niño, en un día como esos, la niña salió tranquila a paso corto y se dejo caer sobre el primer escalón frente a la puerta de entrada. Horas, lleva horas la niña frente a su casa. Yo la veo desde aquí y me pregu