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Mostrando entradas de junio, 2011

• Con las aves de pretexto •

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Escucho el canto de las aves siempre están alborotadas, como exigiendo algo; o disfrutando todo. Yo no entiendo de parvadas ni de nidos o de alas, a veces creo soy un hada; que se quedo aquí varada. Alguien me corto las alas me quede sobre esta tierra, árida, donde todos son extraños; y extraño lo que no soy. El cielo a veces es pardo y las estrellas no brillan, dulce confort olvidado; caminar sin ver atrás… Ir, sofocando las velas que quedaron encendidas, de mi parte muchas de la tuya pocas. Las aves son sólo molestia para mi hastío matutino, no encuentro la gracia de alentarlos por su canto. Saturan mis sentidos con su trova de princesas, y no entiendo el alboroto por ver otro amanecer. Un día me cansaré de esto. Dejaré de pelear con el mundo, me uniré a las marchas por la paz; y seguro con eso; te olvido. Viviana Nevárez

• Esa mujer •

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Un par de senos, conocidos por muchos, corrompidos como la inteligencia sometidos como la dignidad, esa mujer; la que danza sin danzar. Es una broma triste, de reír o llorar, tirarse al suelo para no pensar, no ver, para que no duela la estupidez ajena la contaminación de ella. En tus manos cazadoras, temblorosas, por tu cúmulo de miedo y agonía y esa coherencia que perdiste con la vulgaridad de su andar y los rumores. Esa mujer que es testigo de tu remedo de su propia ceguera, incluso, aceptar que eres un muerto que anda por inercia, por enunciarme y extrañar… Cada centímetro que no posees, de mí, cada palabra que le cuesta a ella comprender, esa mujer que haz de llamar: amor, cariño, puta, en la cama; para el placer forzado. ¡Ay de tus mentiras que se han cansado! que cada noche vienen arrastrándose con tus lágrimas, y tus ojos que se ahogan; y tu aliento, ese que te falta, te teme. Debo decir, que no me importa su trajinar que sé, como tú, que jamás aprenderá a volar que no

•Cuando me siento triste •

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Cuando me siento triste sin ganas de nada tan triste que todo es gris, pienso en ti. En ti y tus manos certeras en la caricia que no das pero la guardas como tesoro, cuando estoy triste; lloro. Lloro de afuera hacia adentro y las lágrimas me inundan siempre lento, de a poco; y yo espero ahogarme pronto. Voy al rincón de la casa ahí donde siempre está oscuro, callado, nadie me encuentra; estoy triste. Me siento a leer un libro para apagar lo que siento, huir, en cada frase; creer que no hay lamento. Cuando me siento triste hago de todo, y nada pasa, miento con mi sonrisa; me muero un poco, cada día. Muero como lo hacen todos en su andar tan perfecto, pero yo muero queriendo; buscando ese momento. A veces me alcanzan las dudas me arrullan mis demonios, nunca se han ido. Llegaron cuando te fuiste, Enamorados, más, de lo que tú estuviste. Viviana Nevárez

• Recuerdo de verano •

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En días de verano, como hoy, cuando la piel se descara a gotas de agua salada mi cuerpo te extraña. Sobre las sábanas de tu cama el ventilador, una ventana, amapolas en el aire. El calor no era una excusa. Recuerdos de verano: tu mirada en mi escote un ademán seductor, el pretexto para huir. Treinta o cuarenta grados nadábamos entre ambos de tus labios, salvavidas, en tu falo mi agonía.  Eran secretos para tu cuarto y el tapiz siempre testigo de tus besos mordelones o la postura sorpresa. Yo no he borrado caricias de tus manos tan salvajes, no he descompuesto las notas de tus dedos inconstantes. Son recuerdos casi reproches con el antojo del día, aquí bajo el sol ardiente mi piel añora tu furia. Trazos de planes infames para desterrar al mundo hacer del sexo una guerra y con tu sexo la paz. Viviana Nevárez

• Fantasía vagabunda •

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Tropezamos de noche en un rincón de aquella calle, y sin sabernos, nos besamos; de pies a cabeza. Tus manos buscaban mis senos no de prisa, pero sí ansiosas; sentí como tu sexo crecía debajo de tus ropas, frías. Entre sombras y destellos memorice tus ojos, navajas de doble filo encantos y desafío. Me reserve tu nombre no hizo falta bajo mi falda. Mis gritos fueron sofocados y tus manos los verdugos. ¡No me ames! -decías- y la humedad aumentaba, ahí, justo ahí, sobraba el amor. Sobras, excesos innecesarios. Fantasía vagabunda tendidos sobre el asfalto temiendo, a veces, de los ojos; los vigilantes detrás de la ventana Nadie nunca se quejo de tus excesos lujuriosos o mis exigencias violentas, nadie, de tu lengua viajera. Hasta el puritano se estremeció y rezando lo habitual, gemía. Aquella noche cedía al día, atmósfera perfecta para dejarnos. Viviana Nevárez

• Del Dolor al vacío •

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Del dolor al vacío así me quede yo un puño de todo reducido a nada. No aprendí a odiar ni pude olvidarte. Aún sueño contigo, aún despierto llorando. ¿Cuánto tiempo faltará? para no verte despierta o besarte dormida, cuánto para no amar. Amar tus ojos, tus manías tus bromas matutinas, amar tus regalos, sorpresas; y el sexo en la cocina. Del dolor al vacío por saber que no hay después que he visto mi tragedia y no podré volverte a ver. Ojalá un día esto acabe y termine de reunir valor. Lanzarme de golpe de un puente o cortar mis venas. ¡No sé! Te juro cariño, no mío, qué hace mucho que ya no soy qué no sonrió sinceramente, que busco morir para no dolerme. Del dolor al vacío de verte lejos, y... que no puedo decirlo y no paro de pensarlo. Así estoy y sobrevivo con todo el deseo de no estar no volver a despertar. ¡A ver si un muerto sabe extrañar! Viviana Nevárez

• A la noche •

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La noche está molesta se ha cansado de la luz de las calles del pavimento sucio. Nadie sabe de la angustia del sonido de los grillos y los perros que ladran al vacío las lámparas tristes, titubean. Nadie camina por los callejones ni las leyendas o mitos ya no hay lloronas ni niños, se agotaron los viejos. La noche esta sola las estrellas se han marchado aburridas de brillar de estar y no estar. Desde mi ventana observo el murmullo de la luna la caricia que aguarda la brisa una promesa, el amanecer. ¿A dónde va la noche, cada día? ojalá regrese acompañada ya no quiero ser su única amiga ni llorar como hoy toda la vida. Viviana Nevárez

• Deseo nocturno •

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A veces me ahoga saberte concebir que estás vivo más vivo que yo, escuchar tus pasos; serenos. De la ausencia de ti de ahí nace mi desdicha y las fotografías que aparecen como polillas. He recurrido al alcohol algunas píldoras, y versos de bajo presupuesto; para creer que te olvido. Nada pasa, ni te vas ni me voy aferrada a esta agonía arrancándome las costras, con el deseo de sentirme viva. No quiero ser un fantasma ir por las calles fingiendo sonreír por apariencia me duele la inspiración lúgubre. Sí alguna vez pudiera huir sepultar mi cabeza bajo la tierra dejar de lado la elocuencia; abrazarme a los gusanos. Ojalá esta noche pueda acceder, mágicamente; a la puerta de emergencia tocar un botón, jalar una cuerda. Te juro, cariño no mío, que daría a cambio todo lo que soy pues no poseo nada, por un pase a la muerte; inmediata. Viviana Nevárez

• La culpa de un vientre •

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Aquella tarde corrí a llorar me saque del vientre tu sangre con estas manos que te tocaron y arranqué mi corazón, de golpe. ¿Qué había hecho yo, cariño mío? ¿y el fruto desabrido, que arroje a la tierra? Ahí nada ha crecido... De noche busqué pretextos para no ponerle tu nombre y olvidar, dejarlo sin familia para no verle después llorar. ¿Qué le diría yo de su padre? sí una tarde después de un beso sí unos años se hicieron nada sí era un niño un gran tormento. Yo enterré con la luz de la luna acusadora , envidiosa, un corazón y un hijo. Ahí murió él y yo, sin ti. Hace mucho tiempo cuando tus palabras eran torpes cuando no te necesitaba sólo te amaba. En demasía. Ya no busco perdones me quede seca como desierto, estéril y sola. Sola llorando el recuerdo y el tormento. Viviana Nevárez

• Alongada •

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La nada es vacío ausencia de todo, entonces el algo un tú y un yo. Espuma de mar labios de cristal entre el insomnio navegando sin viento. Lucha interminable demonios y lunares, de tu cuerpo peligroso y el deseo multiplicado. Alongada, sobre y bajo tu vientre maduro; cueva, inadvertido evento. Beber de tus muslos. Miel, de dioses ufanos dulce placer dilatado sujeto en tu lengua, juguetona, adicta. Late al ritmo salvaje este corazón cegado de alcohol y pócima mi vida, mi muerte... Nuestra danza encima de la noche de lámpara, luciérnagas; de abrigo tu cuerpo. Viviana Nevárez

• Dicen •

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Dicen por ahí que tú ya no me quieres que de tu cama borraste mi rastro que has quemado tus manos, tu piel (toda) porque tendría que ser menos doloroso. De día repartes algunos versos y también besos. Dicen los que te saben; fantasma y a veces; muerto. ¡Yo no quiero creerles, que te olvido! Con el tiempo, dicen, te irás como se van los años sin volver atrás, yo lo sé. También me voy, aunque a veces creo que aguardo. Cuentan que varias damas te persiguen y ofrecen sus senos de consuelo, que pasas las noches pensando; ser amo de tantas curvas y dueño de ninguna. Me dicen que tus ojos se han cansado y que la culpa caerá en mis insomnios; yo espero, que de pronto te canses que una diosa te enamore y te nutra con su sexo. Ojalá que entre tus cosas encuentres motivos uno o demasiados. Para odiarme, gentilmente; pues yo he de confesar, que voy a estar siempre escuchando lo que dicen y pensando: ¡No es verdad! Viviana Nevárez