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Los insomnios ya no son como antes y el café ya no es igual. Los minutos de silencio se convierten en espinas, heridas que sangran; eternidad tras eternidad en un principio sin fin. Me duelen los suspiros que no poseo ya, el desencanto, se agotan las rosas de aquel jardín que construí apenas ayer bajo una luna llena y brillante. Todo a mi paso colapsa, desaparece, muere. A veces me llaman las manos ajenas, los besos, las caricias que desconozco pero existen. Se mezclan entre las ganas y una cama medio vacía. Aquí todo es soledad, incertidumbre constante del mañana aquí hace falta lo que se fue o aquello que destruimos; falta hace que no me haga falta nada. Ni tú. O falta pensar, tal vez; que nunca hubo algo. Se hace eterno el día en el que no te encuentro que son casi todos los días, y navego con bandera de fuerte, de positivismo puro... La fe nunca ha sido mi amiga, ni soy de las que rezan, pero he pedido que el tiempo no me alc