• Con M de tu nombre •
Me siento a
esperar tu llegada,
pretendiendo que toques la puerta (y mis
senos)
con ambas manos tomes
mi corazón de golpe. Carne cruda, palpitante.
Al viento no
quiero gritar nada
a mi no importa que otros escuchen,
que hablen de ti, de mi, de todos.
Yo quiero sollozar en tu pecho está noche.
Me pido a
diario un minuto
para no amarte de pronto
como en el cine, como en los libros;
como en cualquier poema decente.
En las calles
me escondo de los amantes
de los abrazos que se regalan en el parque,
con el deseo de encontrarte;
a veces poseerte como mero objeto; deleitarme.
En una frase
te amo, y te olvido a la otra,
como un capricho; con la manía de hacerme ausente,
invisible a las promesas, al amor y al hombre.
Querer… querer hilvanarme a tu piel, a tus lunares.
Espero
paciente que el sol se oculte
porque soy amante de las estrellas,
del cliché de cobijarnos juntos
y hacer el amor o empezar una guerra.
A un paso de ser aliada del silencio
e ir y anidarme en el comienzo de tu ombligo,
ser el secreto que no ha de ser descubierto
al punto de olvidarme.
Me cansé de
ser el poema de tu boca
y para tu lengua palabra mal trecha,
ni un nombre ni la promesa del encuentro;
si a ti te han hecho libre y a mi demente.
Al final, que
siempre ha de ser un principio,
con mi locura y tu libertad; hagamos un trato:
que tu cama sea siempre nuestro océano
y nadie nos salve de éste naufragio anunciado.
Viviana
Nevárez
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