• Vicio •


Humo de tu boca, fumaradas esporádicas de terror
en la agonía de perderte entre sus vicios, repites;
como mono amaestrado: exhalar e inhalar
cenizas de lo que eres o lo que sabes será.

Ni sofocando sus gritos, de desenfreno sexual,
de apareamiento insensible; represión en tus labios
para no emitir mi nombre y el disgusto, celos,
de los hombres que me poseen...

Vicio de andar escupiendo mentiras de madrugada
cuando ella se marcha y expeles lamentos,
por la despedida inexistente por la cobardía de tu vientre,
de impotencia de no tener lo suficiente.

¿Sabrás que no es tu falo lo que te hace ser hombre?
que con tu lujuria sólo cosechaste cadáver, de ti y de mi;
por senos sacrificados, por mentes huecas y purulentas
con la inteligencia barata; vicio de la inopia.

Para sostener la mentira, adoptar mascotas y sonrisas,
para posar frente al mundo; con el engaño absurdo
de ser para ella amor de su vida y para ti errata y amargura
sin consuelo, hacer objeto de juego tu apatía.

Vicio constante de andar desenterrando a los muertos
para buscar calidez y unos cuantos recuerdos; promesas,
fallidas y estupideces corrientes de tu dilema de siempre:
andar cosechando caderas amorfas por inercia y vacío.

Tan nada como el dolor que anida en tu cuarto,
de paredes intermitentes; estudio de fotografía; ordinario,
como el reciclaje de escenas, por el espacio ocupado
con mi nombre, el que resistes decir por no develar la comedia.

Del vicio tuyo, recién adquirido, por andar coleccionando:
la inseguridad de no tenerme, de consumirte en tu apetito,
desencantado desde hace tiempo; comprometido con tu pena
andar cargando en tu rostro, sollozos que no son de ella.

Podrás siempre vomitar perdones para silenciar demonios,
para consolar tu sexo con la idea de mirarme; lastimar,
comprobar que tus horas son sólo una gran parodia
y que la mujer en turno no se percata de tu inerte condición.

Del vicio de darte cuenta, tarde , que no eres nada, nadie,
que arrastras los ojos y los pies, por ser sólo un despojo:
de lo que antes eras y no has podido ser, hoy sólo fantasma,
arrepentimiento fútil por estar subyugado a eso que no es para ti.

Por el vicio de extrañarme y quererme junto a ti, desenfado:
del cotidiano tan nuestro, por sexo convexo, acceso directo,
a piernas abiertas; de tu indecisión la tortura y un gusto adquirido
de propagar humo, peste penetrable, como un idiota sin agudeza…

Viviana Nevárez

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