- Agonía: Gritos de desesperación -



Cuando me quedo sola, tan sola que escucho mis pensamientos, aquellos que ignoro todo el día; entonces comprendo. El sufrimiento viene de dentro, de mis entrañas que no pueden más, viene de la rabia que ha crecido, por ocultar por intentar continuar.

No espero que algo regrese a la normalidad. Cargo una herida grande y un demonio que no para de gritar: ¡termina con este dolor! ¡termina con este dolor! ¡termina con este dolor! y al final, implora… ¡te lo ruego, termina con este dolor!

Es fácil escuchar, decir que no odio, porque no puedo y no porque no quiero. Desear que te arranquen la lengua, que te saquen los ojos, demonio; que te extirpen el corazón. Ver que te arrastres por el suelo, implorando perdón, dando gritos de desesperación.

Sería hipócrita decir que no, y la hipocresía no está mal, pero a veces el cinismo es mejor. De voluntades, de eso estamos hechos; reprimidas o no, voluntades. A voluntad he visto como me desplomo al anochecer, hasta quedar inmóvil, después de la agonía, del llanto que pareciera interminable.

Por voluntad eres demonio, salvaje, y restriegas en mis sueños tus hazañas; con mis insomnios te deleitas sin saberlo, porque pierdo y tú vas rebosante de delirios, con un montón de pasiones. No sé si será amor, pero te revuelcas en mil camas, y apareces al cerrar los ojos, cuando intento descansar de ti.

Es la agonía, los gritos que sumerjo en la habitación, las culpas que todos cargamos, que son nuestras y nada más. Inventos, sucios y asquerosos inventos, de esta puta imaginación; colectiva, adquirida. Sólo eso, basura compartida.


Viviana Nevárez

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