○ Insomne ○


Aún no comprendo la fuerza de este sentimiento que habita en mí desde que me reconocí en sus ojos. Una sonrisa se posa en mi rostro petulante y vanidosa, pareciera que tiene vida propia e independiente; fue un reencuentro más que otra cosa, sabía que esos ojos ya me habían cautivado antes.

Esas fueron las palabras que danzaban en mi cabeza cuando de lejos me tropecé con su mirada. Hoy hace un par de meses que no me visita doña sonrisa, creo que ha muerto y nadie vino a avisarme cuando ha sido el sepelio.

Las horas se han vuelto densas, parece que mi espalda carga toneladas de hierro y por más esfuerzo que haga por tratar de descansar y retomar fuerzas, no logró estar en paz. A veces pienso que esta siempre ha sido mi realidad y todo lo demás fue tan sólo un sueño, un sueño.

- Buenos días hermosa
- Mmm…
- ¡Despierta! Ya amaneció. Vamos a desayunar

Siempre fue él quien me despertaba cada mañana, saltando, sonriendo e incluso siendo molestamente encantador. Quizá el motivo por el cual él podía despertar fresco y descansado y yo no, era que todas las noches, y durante la madrugada, pasaba las horas viéndole dormir: memorizaba cada línea que dibujaba su rostro, sombras, delineados perfectos que le daban a esos ojos la perfecta profundidad; y esos labios… ¡que labios!

Redondo, un rostro redondo, talvez no demasiado, simplemente lo justo. Una frente ancha, grande y muy peculiar, para ser precisa, en medio de sus cejas, las cuales son pobladas pero definidas, obscuras y arqueadas; se forma un surco sombreado que le da una apariencia de enojo permanente. Su nariz no es una nariz perfecta, lo cual la hace irreprochablemente singular, una huella del acné adolescente le adorna, cicatriz en forma de dos corazones pequeños unidos eternamente sobre los poros de su piel.

Sobre sus labios un lunar pronunciado que vive comúnmente oculto tras un poco de vello pero que de vez en cuando se deja admirar, un lunar que le agrega a su rostro una ternura y; a la vez una personalidad inigualable. Otros lunares habitan en su semblante, distribuidos sublimemente.

Supongo que talvez no se encontrará objeto alguno a mi paciente tarea nocturna, toquetear ese rostro y cerrar los ojos mientras recorro cada espacio. A veces él despertaba un segundo para abrazarme y asegurarse de que seguía a su lado.

- Siempre despiertas tarde
- Mmm…
- Amor, te hice el desayuno

Prácticamente comía dormida y pensaba que valía la pena el desvelo pues siempre descubría uno de esos tantos lunares ocultos entre la línea que separa su semblante de su cabello y orejas.

Después de todo, poco más de 3 años son suficientes para poder decir que conozco perfectamente cada prematura arruga, la caída del vello de su cuerpo, la resequedad de su piel y las numerosas cicatrices que decoran su cuerpo.

Son sólo dos meses y dos pares de días los que ha pasado desde que fui arrancada. Tengo un dolor extraño en el pecho cada noche y a veces durante el día, no sé si es dolor precisamente, pero hay una sensación de vacío acompañado de una presión un tanto asfixiante, desesperante e incluso abrumador.

Insomne, es lo que soy ahora. Busco refugios donde esconderme de los recuerdos, no es que no ame recordar sino que lastima la ausencia; tengo tiempo de sobra para elaborar mapas que conducen a cada espacio de su cuerpo, tiempo suficiente para calcular los días que aguantará este ritmo mi cuerpo.

Estas son letras encontradas en pedazos de papel húmedos con lágrimas y sangre. Letras apretadas entre sus puños ella, la que gozosa admiraba en las noches y dormía de día, ella, que entregaba todo sin medida sin miedo, la que se quedó sola varada en medio de todo y detrás. Ella a quien encontré tirada en el piso, entre cuatro paredes que fungieron de testigos; de sus manos sangre coagulada y negra.

Se arranco las venas con los dientes y apretó su rostro contra una almohada, ahí agonizaban palabras escupidas y podía sentirse en la habitación un sufrimiento inmenso. Ella sabía que era el momento, que la insomne debía descansar por que al darle la vuelta a su cuerpo, en el pecho se podía observar una úlcera gigante justo en el lugar que ocupaba el corazón.



Viviana Nevárez

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