• Compartiendo soledad •



Con nuestras soledades se va la tarde, 
cada quién buscando que el tiempo acabe.
De golpe, nos hablamos de golpe;
para sentirnos cerca, cambiarnos el nombre.


En tus manos cargas astillas, reliquias,
recuerdos y cicatrices que ha dejado el pasado.
Mujeres, millares de mujeres; morenas, rubias…
de lenguas bífidas de sangre fría.


Arrastras y arrastro, versos; poemas tristes.
Libros inconclusos, como historias y besos,
de esos que se quedan colgando de la cama,
de la espalda, del cuello. Besos olvidados.


Así se pasan las horas que no compartimos,
de cerca. Viéndonos el rostro, yo tu ojos,
tu mi escote. Titubeando, fingiendo…
que el tiempo es una excusa que tenemos.


Y no hay nada, ni un trozo de tierra
donde pararnos juntos, tirarnos. 
Y vamos, vamos pasando el rato;
pensando: Nos queremos, por instantes.


De soledades se viste el cuarto. Lleno, 
de todo lo que hemos coleccionado,
aromas, estrellas y lunas; que has bajado,
que me han facilitado. 


En esta tarde que se está yendo
con un suspiro encarcelado en el pecho,
delicada angustia, deseo por tenerte
una vez, cada vez, en mi lecho.


Con nuestras soledades, espero…
que de pronto tus ojos encuentren mis senos,
pálidos, desiertos. Espacio, como hoja en blanco
para tus manos tibias, morenas, perversas.


Esta noche, cuando tu cama y la mía 
se conviertan en una;  campo minado.
Compartiendo saliva, silencios, soledades,
y tinta, tinta de tu piel cobriza.


Viviana Nevárez




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