• Morderte •

No importa el lugar ni la hora, tampoco la gente

morderte se vuelve morboso, la caricia perversa

posar sobre tu piel mis locuras y complejos

con ellos construyes poesía, asesinas poetas (enloqueces).

Me tomas, no de la mano, me tomas entera en tus brazos

me envuelves como aprisionando y gritando a todos: ¡mía!

pero en silencio y sin mover los labios; enmudeces, sonríes, mueres;

todo en un instante para recordarme siempre tus delirios constantes.

Morderte la vida para llevarme un trozo entre los dientes, tragarte

y masticar tu pasado que te ha dejado heridas por todos lados

verter mi sangre en tus venas y dejar mi cuerpo destilando:

minutos que te sobren, eternos, o algún reproche celoso.

Dejar sobre tu piel las marcas de mis dientes afilados, indecentes,

la carne a punto de sangrar y tus ojos llorosos, tu vientre mañoso,

y el deseo casi vulgar de colorearte el pecho de púrpuras y verdes;

marrones y amarillos, coágulos contenidos, huellas por morderte.

Dibujar senderos bifurcados en tu cuello caprichoso, disgustarme,

alegrarme e insultar tus inoportunas frases y sugerencias, sobre la cama,

a mitad de la noche cuando no hay más ruido que nuestros suspiros

morderte las preocupaciones para no nublar tus caricias, beber tu lujuria.

Saciar las necedades que naufragan por tu mente, atrofiando por instantes:

tus manos que me cubren el rostro sin esfuerzo, tus brazos que presumen fuerza,

concurrir a tus piernas con algún pretexto, manosearte acosadoramente,

renacer entre tu sexo pendiente y tu impaciente terquedad.

Morderte los labios y morderme para no gritar tu nombre a los dioses implacables

para que nadie se entere del ritmo que inventan tus caderas insaciables

ser secreto entre demonios de oscura y perniciosa noche, aprisionar el tiempo,

morderte en diez minutos para que sea eterno y perpetuar tus ojos con mi impuntualidad.

¡Morderte casi rabiosamente!

Viviana Nevárez