Día dos.


Es temprano.
Por alguna estúpida razón vivo pensando que cada ruido de auto en la calle puedes ser tú llegando a casa. Es realmente una locura, todo esto lo es, y pienso en todas las cosas que no te dije o lo que te hubiese dicho. Pienso en el último día que estuviste en casa y el beso que me aventaste antes de subir a ese taxi. No supe qué hacer porque todo ha sido un sueño. Tú eres mi sueño hermoso, de donde cuesta despertar, y deseas seguir durmiendo, seguir soñando…
Debí regresar el beso con un gesto. Debí abrazarte más ese día en casa en lugar de andar corriendo para mantener todo limpio. Y creo que debí decirte, viéndote a los ojos, que te quiero, aunque el tiempo sea poco, te quiero.
Finjo ser fuerte, intento ser adulta. Me obligo a pararme cada mañana, me obligo a comer, a hacer todo lo que debo hacer. Es el segundo día, apenas el segundo, y la zozobra me está comiendo el alma y la cabeza.
Sé que estas en una situación difícil, sé que verdaderamente tienes problemas que resolver. De esos que son reales, que no tienen nada que ver con el amor o el hecho de extrañar a alguien. Pero el conocimiento de los hechos no aminora el sentimiento en mi corazón y puede que lo sienta mucho, como siento no poder estar para soportar contigo lo que haya que soportar.
Aquí las cosas no van tan bien. El café sabe asqueroso porque a cada sorbo te recuerdo, y no quiero pararme en ese lugar donde te apetecía comer SIEMPRE. Y tengo a alguien preguntando por ti sin parar, y sólo puedo responderle con abrazos. ¿Qué harías tú en mi lugar? Es la pregunta obligada estos días. Seguramente lo harías mejor que yo, porque en definitiva eres esa clase de hombre.
Hoy me propongo no llorar por todo y pensar que tienes la sabiduría para sacar adelante todas las cosas que están sucediendo. Pensar que, aunque no te lo dije, sabes que estoy aquí y espero que no lo olvides.
Sigue doliendo, sigo llorando… pero lo que me está matando es el desconocimiento. Confío en ti porque una vez dijiste que eras todo lo que mis ojos alcanzaban a ver, y dijiste también que no sentías tanta calma desde hace tanto tiempo, como la que sentías estando en casa. Con ese recuerdo, espero, que la vida te devuelva a casa y con ello, la calma que tanto disfrutabas.

Viviana Nevárez

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