- El último adiós -


Nos hemos despedido tantas veces, tantas que he perdido la cuenta; como perdió también, el sentido nuestro adiós. Ya no tiene la misma carga que solía tener, pero no hemos sido los culpables; la dichosa culpa la ha tenido aquello que nos hizo volver.

Después de todo, siempre es bueno un adiós, definitivo. Adiós, para no verte ni en mi camino ni en mis sueños, porque no hay peor despedida que la que se extiende por años y la que se carga tanto que se convierte en pesadilla.

Ya es tiempo de que el tiempo siga su ritmo, sin arrastrarlo como si fuera un muerto. Haré mis pasos más ligeros, y tal vez así; reduzca la condena de traerte colgado en el cuello. Ya no sé si el dolor de cabeza es real o ha sido efecto de mis locuras: llorar todas las noches por más de un año, dibujarme sonrisas falsas, coquetearle al espejo; dormir cuando el insomnio me diera permiso.

Escribir cada noche un cuento, para dejar un trozo de mis lamentos en cada uno de ellos, recostarme sobre el piso, para estimular mis latidos, intentar sentir de nuevo, sin despertar al dolor que andaba por mi cuerpo. Dueño y señor de cada movimiento, como tú lo fuiste, amor, deseo y el sueño más grande.

Si me despido ahora es por compromiso, conmigo misma, por amor a mí. La tristeza me invade porque hay mil demonios llorando sobre mi hombro, como un montón de niños que han perdido un dulce, o lo anhelan.

Me levanto porque he pasado muchos días pensando en porqués, cuando no hay respuesta más obvia que la separación, ni remedio para curar las heridas, pero eso sí; deben existir las ganas de ignorar la costra que lleva tu nombre, de no tocar las cicatrices que dejaron tus dedos, cada palabra y acción que se anidaron tan dentro que hoy, me atrevo a decir, son yo.

Aquí el aire se ha hecho menos denso aunque sigue siendo amargo a cada suspiro. Salir a la calle es un reto, mirar esos rostros; que alguna vez saludamos juntos, o las canciones que entonamos, bien o mal; todo se parece a ti.

Pero -¡ya basta!- me ha dicho mi abuelo, cada que cae la noche. Cuando le digo que me siento una loca hablando contigo y con él, observamos como la mesa flota en medio de la nada y bebemos café con sabor a vacío.

Es entonces cuando el cansancio me permite alucinar, cuando las paredes de la casa se derriten, como aquellos delirios de amapolas que tenias en algún bar. De cera, tibia y frágil, caen las ventanas, la puerta, el techo; y yo sigo sentada sostenida de nada, conversando con un muerto más vivo que yo.

No importa, aún así es el último adiós, porque tus ojos ahora pesan más que los míos y tu cargas más culpas que yo. Pero espero con todo el corazón, este que alguna vez te perteneció, que tú como yo, entiendas que un adiós significa adiós y no hasta luego. Sin celos, sin revanchas ni perdones innecesarios, porqué uno pide perdón cuando tropiezas con alguien, pero no cuando le arrancas la vida, el corazón, y te bebes su sangre.

Quedando dicho, entonces, adiós.


Viviana Nevárez

Comentarios

Mario Alvarez. ha dicho que…
Me sorprendio primero por el hecho de que esta escrito en prosa, despues porque es curioso, se nota que te traiciona el verso, entonces diria que es verso escrito en prosa, alma de poeta sin duda

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