• Invisible •


Aunque agite lo brazos no me ven,
parece que no existo o no quiero existir
ni voz ni corporeidad, invisible.

Caen de mis ojos gotas de mar
agua salada e inútil, sentimiento líquido;
y sigo pensado que sentir da náuseas.

El reloj avanza, jamás se retrasa
con el deseo permanente de ser
aunque sea un instante, un segundo.

Cuando el sol se mete soy feliz
la tarde me cobija en su regazo
y yo siento que soy el atardecer.

El cielo, la luna y las estrellas
no tienen a nadie, no son de nadie,
pero salen siempre, orgullosas.

¡Qué necedad, la mía, por continuar!
cuando se te caen los ojos, cansados,
y los brazos se tienden, rendidos.

¿A quién le cuentas que no estás?
que el corazón es una mosca,
molesta, asquerosa; un parásito.

Duele ser invisible, agonizar en silencios
para no estorbarle a los otros
y sólo la noche comprende.

Mi imagen se perdió en el reflejo
en ese monstruo desfigurado
el espejo que me presume quién soy.

No puedo ver más allá de los huecos,
la arrugas prematuras y ese vacío
me da miedo no reconocerme.

Invisible, permanentemente difusa,
como cualquier bocanada de humo
de los labios de un vagabundo, quimera.

Tan invisible como decirte que hace tiempo
entre depresión, desamores y mentiras;
he muerto; y no lo han notado aún.

Viviana Nevárez


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