• Bendiciones •


Uno anda recibiendo bendiciones
como si quitaran el dolor, la pena,
bendiciones en el desayuno;
después y junto con el pésame.

Que raras costumbres las nuestras
repartir a todos ofrendas, pruebas,
como coleccionando trofeos;
artilugios glorificados.

Tengo tantas en un cajón, por el suelo,
en cada rincón de la habitación
a veces las escucho llorar
se quejan de ser obsequios nada más.

Ya no quiero bendiciones, dame un abrazo,
cierra los labios y abre el corazón
entendí que las palabras son engaños
y la razón, está demente.

No han aprendido a secarme el llanto
son bendiciones que ya no deseo,
tengo alas y no son de ángel
carezco de cordura y de sueño.

Dale bendiciones a un perro
y verás que se te queda viendo
si tienes suerte, sino, dará la vuelta
se olerá el trasero y seguirá comiendo.

Me canse de recibir a diario, bendiciones,
la tarjeta impersonal, el mensaje social;
espero un día vengas y me digas: ¡Maldita!
Y equilibrar un poco mi despensa bendita.

No me interesa el agua sagrada
mojar toda la casa, para sacar los demonios,
es cada sombra un tormento, abrir los ojos
y ver que has llorado toda la noche.

Qué demente es entonces, para mí,
el que me manden bendiciones,
una vez al año. Pero nunca un beso,
un abrazo ¡Ya no quiero bendiciones!

He visto como se venden por las calles
el negocio es tan grande como la pena,
y yo sólo quiero encerrarme un rato
vaciarme las venas; olvidarme, olvidarte.

Sin bendiciones…

Viviana Nevárez

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