• Nada queda •



Nada queda de tus labios
por el gusto de hacerte,
invisible.  Nada queda
para no hacerte fantasma.

Ni huellas o cicatrices
que digan que existes.
Por eso el vacío, ausencia,
y la pila de hojas secas.


Cada tarde, desnudos,
danzamos en cualquier cama.
Tú en la tuya, yo en la mía,
cuerpos alquilados.


Sientes el absurdo, el tiempo,
que como sudor se escurre;
por cientos de pieles…
ninguna ha de quedarse, ninguna.


Nada queda de tu sexo
del jadeo incesante, abrupto;
encontrar las puertas abiertas
y el deseo puesto sobre la mesa.


No queda ni susurro cansado
o promesa matutina,
llena de esperanza, despertares.
Siempre el tiempo perece.


Se va con el sol, con la tarde
y con la noche que aguarda
entre mis muslos desiertos.
Y estás como el muerto, bajo tierra. 




Viviana Nevárez


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