• Hablando de morir •


Que sea aquí, entre lo efímero de tu cuerpo indecente
sobre la nube del recuerdo que te abraza por las noches.
Bajo tu vientre, donde se anida lo impúdico y solemne,
hablando de morir, con tu sonrisa placida frente a mí.

Para que sea lo que no es, demencia atemporal fortuita,
marea interminable de arrumacos que arrebatan: silencios,
demonios que asechan en los sueños. Poesía de locos,
sin sentidos, para no hacer de lo obvio un fastidio.

Será, hablando de morir, que tus labios se fatigan de ser
sed de manantial, agujas de cristal, papiros imperfectos,
víboras que nacen y crecen; como soeces deslices
que caen para anidarse, para perderse, sosegarse.

Y es que no andas para quedarte entre mis despistes
para cargar con mis cansados parpadeos, inestables,
pero te quedas, como quién espera sin premura;
no para lanzar los escombros al fuego sólo para lamerlos.

Porque hablando de morir, nos secuestran los deseos,
de madrugada; cuando la ciudad calla y los vivos duermen.
Cuando los ausentes se presentan y andan revoloteando
entre tus pies agotados y mi espalda matizada.

De las luciérnagas que mueren al cederme tus complejos
para hacer con ellos joyas invaluables, sin diamantes o topacios,
simple, como decir, que no hay nada en mis frases convexas
las de ocasión o esas que inventó para matar lo subjetivo.

Sabremos entonces que hablando de morir, morimos,
sobre el mismo lecho que nos mantiene tibios, a veces,
que para perecer por siempre hay que empezar despacio
mientras la sangre hierve y el aire falta, sacudirnos mutuamente.

Por eso, por el absoluto que no poseo, que no quiero,
que no importa, ni un carajo. Hablando de morir, yo muero.
Cuando todos descansan, yo huyó de las manos que asechan;
de las piernas que apresan. Y así terminó, terminas, nos vamos.

Viviana Nevárez

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