• El reproche •


¿Por qué a mí y no a ella? ¿Por qué?
si con el tiempo aún navego este sabor
y ando asesinando ilusiones ajenas,
el reproche por ser ahora mutismo.

No callada, sino ausente, casi muerta
con este odio hacia mí por seguir de pie
con esta rabia por darte todo…

Quedarme hueca, ser menos que vacío,
porque no pasa nada no siento nada
no me importa nada, no soy nada,
el reproche es por haberte conocido.

Por dejarme medio viva, por no concluir
es esta agonía permanente que me heredaste
y cada palabra enmarañada en mi garganta.

Es querer saltar de un puente y marchitarme
borrar el paso de aquel hombre incierto, ebrio,
de sus besos etílicos y lengua de humo;
es el cuerpo que no tengo, que está enfermo.

Las píldoras de cada noche, para dormir
o aparentar el sueño. El reproche es por mi desdén,
por sacarme los ojos con los dedos.

Son los golpes contra la almohada, el grito
como si así se fueran mis lamentos; es el dolo,
el capricho estúpido, el valor que me falta
es más bien miedo, por los otros.

Por el llanto de mi madre desconsolada,
la pregunta de mi padre, el desconcierto, un rato,
sé que será barullo de un instante, de días festivos.

He de merecer el desprecio de quién me ama, hoy,
la mentada por darle brillo y después, oscuridad;
pero es que yo ya no sé cómo amar, olvide sonreír
soy un disfraz que no querrás descubrir.

El reproche es por darme y terminar herida,
llevarme todo el veneno, ser pútrida, maldita,
casi insaciable, de amarguras, descontento…

Es que no quiero despedirme, ni culparte, culparlos,
sólo emprender la huída; porque aquí no hay, no es,
y por tanto no soy y jamás has existido. No morí,
y es por eso el reproche, porque hubo un asesino.

Viviana Nevárez

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