- Un mar de madrugada -






De madrugada llore un mar, debajo de las sábanas para no levantar sospechas; para no perturbar a los muertos que se sientan en mi cama. Entonando cada sollozo, las agujas del reloj, a paso firme el tiempo marchitando los segundos.
Ahí el mundo es un puño de papel mojado, de agua salada que inunda los ojos. Como se inundan las casas de tantos, y las ilusiones; pueblos enteros consumidos. Como se consumen los sueños de los niños, la promesa de un futuro que se encuentra inalcanzable, corrompidos por el interés; las promesas son engaños.
Como aquel que devora la inocencia, que arranca las ropas de cuerpos pequeños y lacera vidas, vidas que se pierden a cada instante, entre letra y frase.
Interminable, el deseo vulgar de animales sin rumbo, animal figurativo, que somete a la mujer necesitada, sexo por empleo, sexo por un puesto, sexo por sexo, sexo porque quiero. Mordaza impuesta entre los labios de tantas, y tantos; que caminan con la miraba baja, entre ofensas e insultos; humillaciones de nómina.
Y yo estoy llorando un rato las ironías que me embargan, afuera se mata, se roba, se ultraja; hay barata en todos lados de justicia disfrazada, pecados que no son y pecadores falsos; de ratas y ladrones se llenan las calles, las casas más grandes...
Del teatro van saliendo los mejores rostros, de cuerpos bonitos y caparazones finos, de gusanos por entrañas, de alimañas por corazón. Y todo mientras lloro, cuando pienso que soy yo y no todos, como humano, egoísta y vanidoso. Y lloro con las ganas en la lengua de gritarle a ese imbécil que se divierte con la función.
¿Qué clase de gran señor ha pagado por semejante obra? De sentimientos putos, por gusto o necesidad, por antojos; de ladrones por vicio, insuficiencia; de poderes por ambición; de religión por necesidades, ignorancia; de sangre, de violación, de pederastia; por intolerancia... de salvajes con título, de sabios desenchufados; ajenos... Sí, llore un charco, no era un mar.

Viviana Nevárez

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