•Infierno•



Aquí me quedaré prendida de tu piel
sobre tus piernas entre tus muslos
justo ahí donde se encuentra, servil,
el limite del edén y el abismo.

Debajo de los sollozos arrojados,
lanzados con descuido, casi precoz,
al olvido, al recuerdo del ayer
adjuntos tus labios sedientos.

Precisamente debajo de tu obligo
cerca de tu vientre, sobre tus caderas
atinadas, rítmicas, abruptas; ahí
nace y muere el infierno.

Arder, no me importa, toda una vida
e incluso más, eternamente divagar,
deambular entre tus rincones viles
planeando sobre tu deseo volátil.

Condena al infierno llama insufrible,
que en tus labios se evaporen los besos
que en tu carne se disuelva la mía
desorbitados del tiempo y asfixia moral.

Pecado capital, apocalípticas miradas,
ajenos y extraviados, uno en el otro,
sin nombres, sólo seudónimos de dioses,
sirenas decoradas de susurros, sorbos.

Amor, infierno, justo ahí en tu cuerpo
como centro de mi mundo, isla, estrella,
cual libélula etérea en telaraña de seda
yo no quiero paraísos ni tierras prometidas.

Infierno, ese que llevas incluso a tus manos,
ese que pronuncias como poeta maldito
entre nostalgia y locura, sublime pero gentil
átame a tu hoguera y exonera con caricias.

Que nos llamen como quieran, indecentes,
que de lenguas ponzoñosas y fútiles
construimos manantiales infalibles, soeces,
pues el infierno es, cada noche, sobre el colchón.

Viviana Nevárez

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